Romina es una joven que ha vivido una infancia tan dura como complicada. Hija de un padre golpeador y alcohólico, se escudó desde tempranas edades en su madre, que con la intención de brindarle un mejor pasar a ella y sus cuatro hermanos, decidió huir en búsqueda de protección.
Fue así que, con el afán de conseguir el pan de todos los días, Romina se lanzó hacia la calle a intentar encontrar una solución a su crítica situación. De esta manera, consiguió hacerse de un grupo de clientes en la estación de trenes y pagar sus gastos.
Hoy por hoy, no sólo que pagó sus estudios universitarios, sino que con lo recaudado día a día abona el alquiler de su departamento y destina parte de ese dinero a salir a bailar junto a sus amigas los sábados por la noche. “Me levanto todos los días a las 4 de la mañana, preparo el café y salgo con mi bici con canasto hacia la estación con los 20 termitos. Gracias a eso me pagué y me pago todo: la carrera, el departamento, la comida y lo que hagamos el sábado. Los sábados son los sábados”, señaló. |